domingo, 27 de noviembre de 2011

Ordenando mis ideas...

Ya ha pasado bastante tiempo desde la última vez que escribí. Estuve pensando en hacerme un nuevo blog para hablar exclusivamente sobre Dios y dejar este para seguir escribiendo cuentos y cosas parecidas, pero decidí quedarme sólo con este. Hay bastantes temas interesantes que quiero tratar de aquí en adelante...

Debo decir que el 20 de agosto de este año sentí un poderoso deseo de buscar a Dios. Comencé a levantarme a orar bien temprano, a leer la Biblia y libros cristianos, y los libros que leía antes (novelas más que nada) me dejaron de importar.

Una de las mayores virtudes del ser humano debe ser la perseverancia, y yo fallé ahí. Cuando debí orar más, hice lo contrario. Además volví a leer novelas (Aunque no he terminado de leer Desgracia, de Coetzee, y no sé si lo haga).

Yo que sé algo de Literatura, puedo decir que los libros cristianos son mejores, y que la Biblia es una obra maestra, que gracias a Dios comencé a leer hace unos meses. Ahora recuerdo cuando postergaba una y otra vez su lectura, pero tengo claro que Satanás tenía mucho que ver con eso.

Tengo muchas inquietudes, no puedo dejar pasar más tiempo y debo luchar más por mis intereses. A algunos les parecerá una locura, pero sé que lo que quiero hacer está bien.

Uno como cristiano sabe que es una obligación el hablarles a las personas de Jesucristo y que tienen una valiosa alma que salvar, que existe el cielo y el infierno, ufff, es algo de vida o muerte.

Leyendo a Rebecca Brown me doy cuenta de todo esto, y de la relevancia que tiene. No es un juego, es de vital importancia.

Lo maravilloso es que uno sólo tiene que hablarle a la gente de Dios, y él hace el resto. El se manifiesta a las personas, pero cada persona debe orar y pedirle que realmente se manifieste en sus vidas, y él lo hará. No digo que lo hará inmediatamente, pero Dios es poderoso para hacerlo.

Les desafío a probar a Dios.

¿Qué cuesta intentarlo? No se pierde nada. Por ejemplo si a mí me dijeran que hay un dinosaurio bañándose en un río, yo no creería, pero por lo menos iría a ver si es cierto o no. Es verdad que a Dios nadie le ha visto, pero él ha dado suficientes pruebas de su existencia.

Hay mucha ignorancia entre la gente, y es de suma importancia la información. Cada persona tiene la obligación de investigar, de informarse, de que nadie les cuente cuentos. Es valorar poco su vida el no hacerlo. Satanás quiere destruir a cada persona y es mi obligación el oponerme a él en lo que más pueda. Yo no me quedaré de brazos cruzados. Eso de ninguna manera. Pero no me confiaré en mis fuerzas (no tengo nada), sino en el poder de Dios.

Estamos en los últimos tiempos, no vendrán tiempos mejores, la cosa se está poniendo seria. Basta echar un vistazo en la Biblia para saberlo. Yo no creo en las profecías de los mayas, en Nostradamus ni en ningún falso profeta. Ellos no saben cuándo será el fin del mundo. Ni los ángeles del cielo lo saben. Sólo Dios.

Veremos qué sucede.

domingo, 16 de octubre de 2011

¡Hey tú, espera un momento!

Tal vez debería haberme hecho un nuevo blog para hablar sobre Dios. Aunque pensándolo mejor, es preferible que no. Así los que lean esto podrán notar el cambio si leen también lo que escribía antes. No digo que antes escribiera obscenidades o cosas en contra de Dios, nada de eso, pero tiempo atrás quería ser otro tipo de escritor. Más que nada quería escribir novelas, poemas o ensayos. Siendo sincero, no pensaba escribir sobre Dios. Ahora sí lo quiero hacer, quiero que todos sepan que El es real, que transforma al ser humano y que hace prodigios y milagros. Sí, leíste bien.

Me encantaría que, aunque fuese una persona, Dios mío, ¡Sólo una persona!, que no crea en ti, en tu amor, en tu belleza, en tu sabiduría, en tu infinito poder, se pueda cuestionar por un momento tu real existencia. Una persona, que haya puesto mal la dirección en internet y que misteriosamente se encuentre leyendo esto, aunque no tenga ganas de leerlo, pero que por una fuerza mayor se vea obligada a hacerlo. Así se daría cuenta que Tú sí existes y que de esta forma le quieres decir cuánto le amas. Haz que inexplicablemente le caigan lágrimas de sus ojos. Así se daría cuenta de tu poder. Sólo te pido eso, Dios bendito. Eso te pido hoy.

Tuya es la honra y la gloria, por todos los siglos. Amén.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Un cambio en mi mente...

Ahora quiero escribir otras cosas. Ya dejé de leer novelas, hace como un mes. Comencé a leer literatura cristiana. Tenía algunos libros guardados que fueron, poco a poco, viendo la luz. "El sueño del Celta", de Vargas Llosa, no lo terminé, y empecé a leer "Más que un carpintero", de Josh Mc Dowell, que antes de terminarlo se lo presté a mi tía Paty. Ese libro sin duda quiero terminarlo. De todas maneras. Luego mi tía Paty me regaló para mi cumpleaños "La quinta montaña", de Paulo Cohelo, pero tampoco lo terminé, y no sé si lo termine. Trata de la vida del profeta Elías, que está relatada en la Biblia.
El libro que me atrapó por unos días, y que no paré hasta terminarlo fue "Maldiciones sin quebrantar", de Rebecca Brown. Los primeros siete capítulos enseñan detalladamente sobre las maldiciones, y los últimos dos son geniales. Debo decir que ella escribió este libro con la ayuda de su esposo Daniel. El último capítulo, el número nueve, debe ser de lo mejor que he leído en mi vida. Sin exagerar para nada. Y he leído muy por encima del promedio de la gente. Debo aclarar que ese libro no lo puede leer cualquiera, ya que es necesario orar y ayunar, porque Satanás no quiere que nadie lo lea.
Rebecca Brown es admirable, basta con conocer un poco sobre ella para darse cuenta. Es una mujer consagrada a Dios. Yo me empecé a interesar por sus libros, y comencé a leer "El vino a dar libertad a los cautivos". Ahí me hice esta pregunta: ¿Por qué no habré comenzado antes a leer este tipo de libros? Es lamentable, pero mi consuelo es que todavía soy joven y mi anhelo más grande es por el resto de años de vida que Dios me dé, dedicarlos a leer La Biblia y libros cristianos.
También comencé hace poco a leer "Cuando lo que Dios hace no tiene sentido", de James Dobson. Es un libro que necesitaba, porque me ha servido para ser más agradecido con Dios y valorar todo lo que Él ha hecho por mí. Me conmueve su amor. Además ahora sé que todo lo que hace Dios tiene sentido, aunque muchas veces no lo tenga para nosotros.
Tengo tanto que aprender, tanto que mejorar. Tantos años que pasé sin leer La Santa Biblia, que es la palabra de Dios. Si hubiese empezado a leerla diez años antes, o cinco por lo menos, a estas alturas sería un hombre con altos conocimientos de su palabra. Pero más vale tarde que nunca. Ahora mi idea es acercarme cada día más a Dios. Eso me hace feliz, me inunda de una inmensa paz. Deseo conocerle mucho más, día tras día.
Desde niño he leído bastante. En la enseñanza media fui humanista y no científico, y me destaqué en lenguaje por sobre matemáticas. También me gustaba historia, leer sobre las guerras y esas cosas. Pero lo que más leí fueron novelas, y poco a poco mi sueño fue ser un escritor. No quise ir a la universidad, porque no lo encontraba necesario, quería ser autodidacta, algo que sí es posible.
Quería ser como Paul Auster, Philip Roth o Vargas Llosa, y ganarme el premio Nóbel. Pero Dios no quiere eso para mí. Es vanidad con letras mayúsculas. Quería ser un señor de las letras. Uno siempre quiere ser el mejor en lo que hace, pero la soberbia no es para nada buena.
Ahora leeré a Watchman Nee, Josh Mc Dowell, David Wilkerson, etc; pero sobre todo La Biblia.
Dios tiene algo mejor para mí; sólo tengo que hacer su voluntad, confiar y esperar.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Si tuvieras Fe como un granito de mostaza.

Se acercó a la ventana a mirar; afuera llovía intensamente. Tomás no lograba sonreír con nada. Hacía semanas que no reía. Lloraba todas las noches, era algo sagrado. Era más bien inevitable.
Escuchó unos pasos y luego tocaron a su puerta. Era Nena.
-Por favor, ábreme.
-Déjame solo, Nena. No tengo ganas de hablar.
-Tengo una noticia que darte- dijo Nena, con voz cansada.
-Dime desde ahí, tengo buen oído.
-Viene Javier, debe estar por llegar. Quiere verte.
-Pero yo no.

Llevaba una semana sin salir de su habitación. Nena le dejaba algo de comer y Tomás abría la puerta luego de que ella se iba. No quería ver a nadie. Sólo sentía deseos de desaparecer, de irse a otro lugar, o dejar de existir. Sí, eso lo anhelaba con todas sus fuerzas. Quería dormir y morir en el sueño. Detestaba despertar y darse cuenta de que aún respiraba; odiaba sentir cantar a los pajarillos, el sonido de la lluvia. Todo.

-No me hagas sufrir más, por favor. Ya no resisto – dijo Nena, llorando.
Ahí a Tomás no le quedó otra alternativa que abrir la puerta.
-Sólo quiero lo mejor para ti, que seas feliz, mi niñito.
-Abuela, no llores. ¿Puedes? – le dijo secándole las lágrimas con su mano.
-¿Qué va a ser de nosotros? ¿Hasta cuándo seguirás así? Eres lo único que me queda.

Tomás guardó silencio un minuto. Seguía lloviendo, ahora más fuerte. Pensó en Javier y le dolió no alegrarse con su visita. Eso significaba que nada podía alegrarlo.


-¿A qué hora llega Javier, Nena?- preguntó tapándose los ojos con sus manos.
-Debe estar por llegar. Anda a lavarte la cara y te arreglas un poco. A tu primo le dará una pena terrible verte en ese estado- le dijo con una mirada de compasión.

Le hizo caso. No de muy buena gana, pero se levantó y partió al baño. Al mirarse en el espejo sintió tristeza. Un dolor agudo en el cerebro lo obligó a cerrar los ojos unos segundos. Pocos minutos después de abrirlos, llegó Javier.
Los dos primos se quedaron mirando un instante, tras el cual, Javier corrió a abrazarlo y le dio un beso en la mejilla.
-Me alegro tanto de verte- le dijo Javier con los ojos húmedos por la emoción.
-Yo igual- mintió Tomás.

Le mintió. No se alegró al verlo y pensó que su corazón se había transformado en una piedra. O tal vez se había convertido en un robot con la carcasa de un humano. Nena estaba llorando de felicidad, porque intuía que su niñito se pondría mejor. Los malos tiempos quedarían en el pasado.


-Bien primito, tendremos varios días para conversar y quitar esa tristeza de tu corazón. Dios te dará esa paz que te falta.
<< Dios- pensó Tomás-. Seguramente El podrá darme paz después de haberse llevado a mis padres. Lo único que consiguió darme fue dolor>>
Pero no quiso decirlo. ¿Para qué? No tenía sentido. Sólo asintió con la cabeza.



-Vayan a dejar las cosas a la habitación- intervino Nena-. Me imagino que ya quieren empezar a hablar. De mí no se preocupen, estaré bien.

Javier al ver el desorden de la habitación no dijo nada. Tampoco quiso ordenar porque eso podía molestar a su primo. Sólo se sentó en una de las dos camas que había ahí.
-Tienes muchos libros acá, más que la última vez que vine- dijo Javier, tomando uno de tapa verde de un escritorio pequeño.
Tomás asintió con la cabeza y dijo:
-¿Por cuántos días te quedarás?
-Hasta que te sientas mejor- respondió sin dejar de hojear el libro.
-Eso puede ser mucho tiempo.
-Entonces me quedaré mucho tiempo- dijo Javier, dejando el libro a un lado.
-¿Y tus estudios?
-Mis estudios pueden esperar, tú no. No te podía dejar más tiempo solo.
-¿Qué quiere decir eso? ¿Congelaste tus estudios?
-Así es. Primo, vamos a dar una vuelta. Muéstrame Longaví.

No tenía ganas de salir, pero no se negó. Salieron con parcas y un paraguas grande para los dos, que no utilizaron porque un minuto después dejó de lloviznar.
Se dieron unas vueltas por el pueblo. Andaba poca gente en las calles pero igual Tomás se sentía incómodo. No quería que nadie lo viera, no tenía ganas de hablar. Quería volver pronto a su casa y encerrarse en su habitación y dormirse. Javier quería comer completos y fueron a un local al frente de la plaza.

-Me gusta Longaví- dijo Javier-. Es un pueblo simpático.
<< No tiene nada de simpático>> pensó Tomás.
-Sí, es un pueblo agradable- respondió.



Javier se comió tres completos antes que Tomás terminara el primero.
-Me quiero ir a mi casa, es tarde- dijo Tomás mirando su reloj.
-Como quieras- respondió su primo limpiándose la boca con una servilleta.

A las seis de la tarde ya estaba oscuro. Nena tejía en el living. Comenzó a llover muy fuerte, con granizos incluidos.
-Me gustan los granizos- dijo Javier, sonriendo.
Nena sonrió también y dijo:
-¿Cómo lo pasaron?-
-Muy bien, repetiremos la salida mañana ¿Cierto, Tomás?
-Podría ser- respondió.

Llevaba seis meses con depresión. Era agosto y sus padres habían muerto en un accidente automovilístico llegando a Linares en febrero.
Venían de Pelluhue, después de un relajante fin de semana con playa y sol. Tomás no quiso ir, prefirió quedarse con Antonia, su polola de siempre.

-¿Y qué es de Antonia?- preguntó Javier.
-No podíamos seguir juntos, terminamos en mayo. Ella se merece algo mejor, no un tipo depresivo. No la veo hace más de un mes, pero de seguro está bien.
-Tú eres una gran persona, ya estarás mejor y podrás reconquistarla.

Javier recordó cuando eran niños, en los días que pasaban horas jugando sin aburrirse, felices de la vida. Sintió una tristeza desgarradora al ver así a su primo.
<< A como dé lugar tengo que sacarlo de esto>> pensó.

-Primo, quiero ir a la iglesia, llévame a una.



Los padres de Tomás iban a una iglesia evangélica, en la 2 norte. A una cuadra de la plaza. La reunión empezaba a las 19:30, pero ellos llegaron media hora antes. Seguía lloviendo y se mojaron un poco, casi nada.
Entraron a la casa de Dios, como le llama Javier. Todavía no había nadie. Se sentaron en primera fila. Es una iglesia grande, donde caben unas quinientas personas, pero como mucho llegan cincuenta.

-Este es el mejor lugar del mundo- dijo Javier-. Nunca olvides eso.
Tomás guardó silencio. Y Javier agregó:
-Es una lástima que tan pocos lo sepan.

Es una locura pensar que Jesús había sido crucificado en una cruz por los pecados de toda la humanidad y que tan pocos alcanzaran salvación.
Al salir de la iglesia había parado de llover. Llegaron a casa y Nena ya dormía. Eran las diez de la noche.

-Estuvo linda la reunión- dijo Javier-. En Santiago no he dejado de ir. Unos mormones me invitaron a conversar con ellos, pero no comparto sus creencias.
-Los mormones son una secta- opinó Tomás.

Javier había congelado su carrera de periodismo por venir a ver a su primo, pero confiaba que en unos años más sería un periodista y escribiría columnas hablando sobre todo de Jesucristo y la salvación de las almas.

<< Existen más religiones que niños felices- dice una canción de Arjona. Javier pensó en ella-. Y muchas no conducen a la vida eterna>>
-Me he vuelto tan creyente últimamente- dijo Javier-. Antes no estaba ni ahí con Dios, pero me tocó ver algo sobrenatural. La mamá de un compañero de Universidad se estaba muriendo de un cáncer al estómago. Los doctores no le daban ni un mes de vida. Un bendito día amaneció sana.

-¿Y cómo sabes que fue Dios? Los testigos de Jehová dicen que Satanás es el que sana.
-Están equivocados, perdidos- dijo Javier enojado-. Hay mucha gente engañada, es normal porque el Diablo es el rey de este mundo, donde Jesucristo jamás será popular. No olvides que acá somos pasajeros, luego Dios llevará a su pueblo a su Reino. Yo me quiero ir con EL en el rapto.
-Estás seguro de eso, pero muchos no piensan como tú.
-Nosotros debemos ser luz aquí y contar la verdad.

Es verdad, muchos piensan diferente. Javier se había hecho un blog hace un tiempo y ahí escribía artículos sobre la palabra de Dios.

Pasó rápidamente la hora, era pasada la medianoche y ya no llovía. Afuera se escuchaba a un gallo.
-Cuando niño me daba miedo escuchar a los gallos- recordó Tomás-. Era terrible. Javier sonrió y Tomás agregó:
-Alguien dijo que los gallos anunciaban terremotos.
-Es un mito, no es cierto.

Sus padres habían muerto antes del terremoto del 27 de febrero. Seis meses después varias ciudades de Chile seguían reconstruyéndose. Mucha gente todavía vivía en carpas.
Tomás cree en Dios, pero no le cabía en su cabeza que un ser lleno de amor como dicen que es permitiese que sucedieran tantas tragedias.
-A veces dudo de la existencia de Dios- dijo Tomás-. Viendo cómo está el mundo, es para desconfiar.
-El es tan real como tú y como yo- dijo Javier con energía-. Dios es todopoderoso, creó la vida y la muerte. Tú puedes elegir, tienes libre albedrío.
-Todos somos mortales, ¿Acaso tú eres inmortal?
-Si buscas a Dios tienes la esperanza de la vida eterna. Si eliges el pecado, eliges la muerte. Te vas al infierno.

Tomás sintió deseos de descansar. No quería seguir hablando más de Dios. Otro día tal vez podían seguir conversando sobre aquello.
-Hora de dormir, Javier. Estoy muy cansado- dijo bostezando.
-Bueno, discúlpame por hablarte tanto sobre Dios. Me he convertido en un fanático.
-A veces me da pánico que Dios sea una farsa. De verdad te digo que anhelo de todo corazón que sea real. También desearía que el infierno no existiese.
Javier hizo una mueca de amargura y dijo:
-Dios creó el infierno para Satanás, pero debido al pecado del hombre y la mujer ahora hay millones allí lamentándose.
Minutos después se habían acostado. No dijeron una palabra más, hasta quedarse dormidos profundamente.


Por la mañana Javier se levantó bien temprano a orar. A las siete. Tomás dormía plácidamente. Nena estaba despierta pero seguía acostada. Detrás de un sillón se arrodilló y le pidió a Dios con estas palabras.
<< Padre celestial, en el nombre de tu hijo Jesucristo, te pido que me escuches. En primer lugar te doy las gracias por este nuevo día de vida, por la salud, el alimento, el vestuario. Gracias por todo el bien que le haces a mi vida. Tengo una petición especial hoy ante ti. Yo creo con todo mi corazón en ti, sé que eres real. Yo cuando contemplo la hermosura de una puesta de sol te doy las gracias, por tanta belleza. Yo sé que tú sanaste a la mamá de Nicolás, y sé también que sacaste del vicio de la droga a Martínez, que ahora es un fiel seguidor de Jesucristo. Tú eres el mismo Dios que liberó al pueblo de Israel, de las garras de Faraón, hace miles de años atrás, y que sanaste al evangelista Benny Hinn de una tartamudez severa. Eres poderoso y quiero pedirte que le quites la depresión a mi primo Tomás. El te necesita. Haz un milagro, Tú dices que la Fe mueve montañas, yo confío en Ti. No conoces de imposibles>>

En ese momento Tomás lo llamó en voz alta.


-Primo- dijo Tomás sonriendo-, tuve un sueño muy bello. Soñé con Jesús.
Fue maravilloso, me decía que le dejara todos mis problemas a Él, y que me amaba.
Javier comenzó a llorar de alegría.
-Me siento mejor que nunca- continuó Tomás-. Quiero ver a Antonia. Sé que aún me ama, quiero recuperarla y ordenar mi vida. La invitaré a la iglesia. Iremos los cuatro. Primo, fue extraordinario, por lejos la mejor sensación que he experimentado en mi vida.
Javier se secó las lágrimas y abrazó a Tomás. Había ocurrido un milagro. Un milagro de Dios.

sábado, 30 de julio de 2011

Mi primera charla Literaria.

El miércoles 27 de Julio tenía que estar a las 10 de la mañana en el teatro de Longaví.
Llegué cinco minutos más tarde pero el teatro estaba cerrado. Crucé a la plaza y pocos minutos después fueron a abrirlo. Entré y me senté en la última fila. Andaba trayendo mi novela impresa en una carpeta, y además en un pendrive tenía 3 cuentos y la novela también.
El encargado del teatro prendió la calefacción. Yo seguía esperando. No llegaba nadie más y ya eran las 10:30. Me fui a sentar más adelante y un poco después llegaron unos jóvenes a dar unas clases de Hip- hop, un señor de barba y baja estatura, muy simpático y extrovertido, que era el encargado del taller de actuación. También andaba una mujer bien linda, que era la escritora que venía a dar la charla de Literatura, y era a quien yo estaba esperando. Luego supe que era poeta, y yo de poesía no sé mucho, casi nada. Pero era un detalle.
-¿Tú escribes?- me preguntó ella, a cinco metros de distancia.
-Sí- le dije yo.
-¿Y traes algún escrito tuyo?
-Sí- le respondí yo afirmando con la cabeza.
Me sonrió. Luego se acercó y hablamos un rato. Más tarde nos fuimos a la charla a otro lugar. Andábamos pocos, y yo sólo quiero hablar de dos personas: De Silvia y don Nelson, que es un caballero de pelo cubierto de canas y sabiduría, que tres años atrás comenzó a escribir cuentos y poesía. Andaba con una carpeta, donde traía sus cuentos y poemas. Nos leyó un cuento breve. Me simpatizó mucho este caballero.
Silvia es una poeta de Talca, de 47 años (yo creí que tenía unos 35) muy buenamoza y con personalidad.
Lo bueno de esta charla es que gané dos amigos. Con Silvia seguiré en contacto por MSN. Don Nelson me dio su número de Teléfono; yo le dije que se me había echado a perder el mío hace poco, pero lo llamaré de otro. No se te va a olvidar nunca mi número, me dijo, es el nueve, ochenta, noventa, cien. (98090100).
Me vine contento para mi casa, porque creo que di un paso en el intento de publicar mi novela. Ahora tengo un nuevo contacto y dos nuevos amigos para conversar sobre libros y la vida.

martes, 7 de junio de 2011

El lenguaje de los ojos.

Quiero contarles una historia. No es cualquier historia. Es una historia de amor. El amor para mí es lo más hermoso. No tengo ninguna duda. Es cierto que hay gente que odia el amor, o derechamente no cree en él. Qué palurdos son. Sin el amor se pierden lo mejor de la vida. Bueno, mi intención no es aburrirlos así que empiezo.
Les cuento que mi nombre es agustín, tengo quince años y voy a segundo. Me gusta ir al liceo, no les diré que es lo que más me gusta hacer, porque mentiría, pero me agrada. Sobre todo me gusta la clase de lenguaje con la señorita Moraga, que es muy bonita y también bastante inteligente. Pensarán que me gusta ir sólo para verla a ella, aunque últimamente no puedo perderme una sola clase de lenguaje siquiera.
Debo reconocer que antes me gustaba más la biología e incluso en la universidad quería estudiar algo relacionado con eso, pero este año cambié de opinión. Con la llegada de la señorita Moraga comencé a interesarme más por las palabras y esas cosas. Es que ella es tan apasionada, se nota que ama lo que hace; enseña con tanta dulzura, con tanta dedicación.
Mi hermana Clara, que es además mi única hermana, me molesta cada vez que puede. Ella tiene trece y es rubia. Yo soy moreno. A lo mejor ella es adoptada, o tal vez yo. Cada vez que puede, como les decía, me molesta. Me dice que parezco un estúpido últimamente, que ando como en la luna. Tal vez tenga razón. En las cosas del amor no soy un experto, más bien soy bastante inexperto. ¿Estaré enamorado? Les contaré mis síntomas: Cuando pienso en ella siento que todo es perfecto, me siento poderoso, me dan ganas de luchar, de ser mejor. Me gustaría demostrarle que soy el hombre ideal para ella. Por favor no me digan que aterrice o que me busque una de mi edad, porque la quiero a ella. Tan sólo a ella...a la señorita Moraga.
Tengo que contarles algo de ella para que la conozcan. Es hermosa, es perfecta, y cuando habla yo la quedo mirando como un verdadero imbécil, con la boca abierta. Mis compañeros se deben dar cuenta, porque me miran y se ríen. Pero me da lo mismo. Yo me río de ellos, porque de seguro no conocen el amor. No saben lo que se siente.
Como les decía, ella es perfecta, y su voz es muy dulce. Me gusta todo; sus ojos son bellos, color miel, y cuando me mira quedo helado, paralizado. Sus labios son rojos y sexies. Su sonrisa es blanca como la nieve, y su perfume es enloquecedor. Su cabello es brillante. Cuando camina todos la quedan mirando y siento unos enormes celos, casi enfermizos. Como si pudieran tocarla con la mirada. Yo, con la mirada la devoro.
Ahora deben estar segurísimos de lo que siento por ella. ¿Es amor, verdad? Sin duda alguna. Aunque estoy metido en un tremendo lío, porque no me atrevo a decirle que la amo. Me imagino esta escena.

-Señorita Moraga, ¿Puedo decirle algo?
-Claro Agustín, dígame nomás.
-La amo desde el primer día en que la vi.
-Supongo que es una broma- me dice riendo.
-Por supuesto que no, señorita Moraga, yo la amo desde el...

No. No me atrevo a decírselo. Además si se lo digo no sacaría nada. Sólo se reiría de mí. No, no se reiría, pero me diría que me fije en una alumna de mi edad.
¿Y si ella siente lo mismo por mí? No creo, es imposible.
Recuerdo a mi tío Alberto, que siempre decía que lo más lindo es el amor, y silbaba todo el tiempo. Tenía suerte con las mujeres. Si estuviera vivo le pediría un consejo. Lamentablemente mi tío murió el año pasado, en un accidente automovilístico.
¿Qué puedo hacer para conquistar a la señorita Moraga? El otro día estaba leyendo un artículo sobre seducción. Creo que no me servirán porque dice que lo más importante es hablarle a una mujer y de ahí se van dando las cosas. De una conversación depende en gran medida el éxito o el fracaso. Los seductores son grandes conversadores. Estoy perdido. No digo que no me guste hablar, incluso hablo harto, pero sólo con mis amigos. Esto de la timidez es un gran problema. Me siento pésimo.
Algo tendré que hacer y lo antes posible. No debo olvidar que el tiempo pasa rápidamente. Tengo que practicar para perder el miedo a hablarle. No entiendo el temor que siento, siendo ella tan dulce.

-Señorita Moraga, ¿Tiene unos minutos para mí?, me urge decirle algo.
-Por supuesto Agustín, todos los minutos que quiera.
Ahí la miro fíjamente a los ojos y le digo:
-La amo, la amo tanto que no podía seguir ocultándolo, señorita Moraga.
Y ella me sonríe y me dice:
-Yo también te amo, Agustín...¡Te amo!- me abraza y me besa.

No. No y No. No me atrevo. Además su respuesta no sería esa. Lo que sí es verdad es que días atrás le regalé una manzana, y me sonrió, me dio un efusivo beso en la mejilla y me dijo "Gracias", con esa voz tan linda que tiene.
¿Y si ella también me amara? Me lo hubiese dicho, porque no es para nada tímida. Tiene una gran personalidad. Así que mejor no me haré falsas ilusiones.
Esto del amor puede enfermar a cualquiera, incluso trastornarlo. Sin duda tiene su lado hermoso, pero...¡ ay, Dios! ojalá termine pronto este calvario. Si ella me quisiera todo sería perfecto.
Nunca he estado tan cerca de decírselo como hace dos días.

-Señorita Moraga, le quiero decir algo- le dije armándome de valor.
-Sí, dígame.
-Es algo que no puedo aguantar más...es algo que tengo aquí...
-Pero dígame pues, Agustín- me dijo sonriendo.
-Es una cosa hermosa...ay...¡Cómo se lo digo!- parecía un idiota.
-Me está poniendo nerviosa, Agustín, ya dígame- me dijo frunciendo el ceño.
-Aquí voy, señorita Moraga, le quiero decir que...
En ese momento sonó su teléfono, contestó y al rato me dijo:
-Ya, ahora sí, dígame.
-Sus ojos, señorita Moraga, sus ojos son tan bellos.
-Gracias Agustín- me besó la mejilla-, eres tan dulce.

Soy un imbécil con todas sus letras. No la merezco.
¿Tendré que conformarme con tenerla sólo en sueños? En los cuales la acaricio, la abrazo, la beso, le digo que la amo, ella también me lo dice, por supuesto. Si la vida fuera un sueño en el cual ella siempre estuviera conmigo, sería genial, pero...llega el fatídico instante en que debo despertar y no la tengo a mi lado, y recuerdo que ni siquiera he sido capaz de decirle que la amo...hasta antes de ayer. Sí, ayer le dije definitivamente todo.
Después de clases, fui a la sala de profesores y la llamé. Salimos al patio.

-No tengo mucho tiempo, Agustín, dígame rápido.
-Señorita Moraga- le dije, luchando por no temblar- yo...
-Me dice más tarde, me tengo que ir- me dijo mirando su reloj.
-No, por favor, no se vaya- respiré profundamente y dije- ¡La amo!.
Ella sonrió, se mordió el labio inferior y no me dijo nada.
-Desde el primer día en que la vi.
-Agustín, por favor, el amor a primera vista no existe, y si existiera, no creo en él.
-¡Estoy loco por usted!- grité.
-No grite, por favor- se puso su dedo índice en la boca indicando silencio.
-Es que la amo de verdad- le dije con cara de idiota.
-Ya lo sabía- me sonrió.
-¿Lo sabía?- pregunté sorprendido.
-Claro, sus ojos me lo habían dicho mucho antes.
-¿De verdad?- sonreí.
-De verdad, y si hubiese comprendido lo que le decían mis ojos...
En ese momento la llamaron, y antes de irse me dijo.
-Hablamos más tarde.

martes, 17 de mayo de 2011

Reflexión profunda Nº1

Quise sentarme a meditar unos minutos un día que me encontraba muy bajoneado. Recuerdo que ese día el cielo amaneció cubierto de nubes de un tono gris oscuro. Eso no fue lo que me deprimió sino que una serie de hechos negativos que se fueron presentando uno tras otro en un lapso breve de tiempo.
Poco antes del almuerzo me senté a meditar. Sentía rabia, frustración y tristeza. El pesimismo se apoderó de mí en ese instante. La primera pregunta que me hice fue esta: ¿Vale la pena seguir viviendo? En ese momento me dije que no, pero acaso ¿era mejor estar muerto? La respuesta también resultó ser un no, pero un NO rotundo. Después me pregunté: ¿Qué cosas hacen que la vida valga la pena? Emm, bueno, sin duda hay una serie de cosas que hacen la vida más agradable. ¿Pero cómo cuáles? Por ejemplo, cri cri cri; no encontraba ninguna. ¿Escuchar cantar a los pajaritos? NO. ¿Escuchar la lluvia? Puede ser, pero no tanto. Haber, respiré profundo. No puedo dejarme llevar por sentimientos negativos. Es verdad que soy un ser humano, esto quiere decir que inevitablemente, aunque no quiera, sentiré odio, envidia, tristeza y todo tipo de emociones desagradables, pero es mi deber no dejarme dominar por todo aquello.
En eso estaba cuando comenzó a llover, y en vez de seguir triste me fui al segundo piso a escuchar la lluvia. Comencé a sentirme mejor. Al rato estaban cayendo granizos y el techo en pocos minutos se volvió blanco. Abrí la ventana y agarré un puñado de nube cogelada. Me sentía bien.
Ahí me pregunté nuevamente: ¿Qué cosas hacen que valga la pena vivir?: ¿Tener una casa lujosa, un auto caro? NO. ¿Tener el dinero en abundancia para comprar todos los chiches materiales que se nos antojen? no, no, NO. ¿Pero qué entonces? Pensé un minuto. Esto hace que valga la pena vivir, cosas maravillosas que sólo Dios puede dar, como una lluvia con granizos, mirar las estrellas, ver un amanecer, un atardecer. Para mí eso es muy bonito. Podrán llamarme cursi, no importa.
Me acordé de un empresario millonario que fue secuestrado unos días, que para él resultaron interminables. Al recuperar su libertad le preguntaron qué había extrañado más. No nombró ninguno de sus lujos materiales. Sólo dijo que anhelaba con locura volver a ver a su pequeña hija de dos años, que tras tomarla en brazos ella le decía "Papá, te quiero". Después de recordar eso mi mamá me llamó a almorzar...

lunes, 4 de abril de 2011

Los hermanos.

Desde que Mónica se fue ya no es lo mismo. Desde el día en que Mónica se marchó se nota la tristeza en el aire, se respira, se palpa, se siente. Ya no es igual, porque cuando Mónica estaba todo era alegría, una alegría que embriagaba, que hacía gritar y llorar a la vez. Pero esa alegría ya es algo utópico, algo que no se volverá a sentir nunca más. Nunca, nunca jamás.
Un maldito cáncer se la llevó, la consumió lenta y eficazmente.
Ahora quedaban solo ellos, sus tres adorables muchachos, como los llamaba cariñosamente Mónica. Estos "muchachos" son ni más ni menos su viudo, Mario, y sus dos hijos: Bastián y Julio.
Mario se sentía con la obligación de resistir, de no darse por vencido. No podía dejar a sus pequeños solos. A como diera lugar debía sacarlos adelante y preocuparse por su educación.

-Extraño a mamá, sin ella en todo tan triste- decía el pequeño Julio, de sólo diez años, al borde del llanto.
-¡Ya deja de quejarte, pareces una mariquita!- le respondía Bastián, dos años mayor.
¡No me digas mariquita!- gritaba Julio enfurecido persiguiendo a su hermano, que corría por el campo muerto de la risa.

Desde que Mónica murió, ambos pasaban discutiendo. Cada día que pasaba la situación empeoraba. Bastián se burlaba constantemente de su hermano, lo molestaba hasta dejarlo llorando. Le decía mariquita, le ocupaba sus calcetines, le sacaba sus lápices de colores, y como si todo esto fuera poco, le contaba a sus amigos que su hermano se orinaba por las noches.

-¡Papá, Batián le dice a sus amigos que yo me orino!- Decía Julio amargamente.
-No le hagas caso, si sabes que no es cierto- lo aconsejaba su padre.

Y así. Pasó un año y seguían las peleas, pasó otro año más y nada cambiaba. Pero todo empeoró cuando Julio cumplió los catorce y comenzó a pololear con Sofía. Bastó que Bastián supiera lo del romance y no descansó hasta conquistarla. Había dejado a su hermano con el corazón destrozado. Y no le importaba, le daba lo mismo.

-¿Por qué te empeñas tanto en hacerme daño?- le dijo Julio a su hermano una tarde de mayo muy fría.
-¿De qué hablas? Pareces una mujer- le respondió seriamente Bastián.
-Te gusta verme triste, si mamá estuviera aquí sería distinto.
-Si mamá estuviera aquí sería distinto, claro, pero no está, ¡No está!

Bastián era cruel y no lo sabía. Creía que todos tenían que ser fuertes como él, pero no era así. Su hermano era más sensible y todo le afectaba más. Bastián amaba mucho a su madre, pero ya no estaba y prefería pensar en cualquier cosa menos en ella, porque no quería sentirse triste.
Julio era muy indulgente, le perdonaba fácilmente todo a su hermano. En el fondo lo amaba, aunque claro, había conductas de él que le molestaban bastante, como por ejemplo que eructara cuando estaban en la mesa o que dejara sus calcetines hediondos debajo de su cama.

-¡Bastián, otra vez dejaste tus calcetines fétidos debajo de mi cama!- gritaba Julio enfurecido. Su hermano, o se hacía el desentendido o sólo se reía.

Cuando Bastián cumplió la mayoría de edad y tuvo que marcharse de la casa para hacer el servicio militar, Julio sintió una enorme alegría. Al fin iba a poder vivir en paz. Ni siquiera se despidieron.
Mario no volvió a estar con otra mujer, sólo vivía para sus hijos, preocupado de que nada les faltara. Quería lo mejor para ellos.

-Hijo, me hubiese gustado que estudiaras medicina, leyes o algo parecido, pero si quieres hacer el servico militar te apoyo. Te deseo lo mejor, te quiero.
-Gracias papá, yo también te quiero- dijo Bastián, limpiándose una lágrima de su cara que había caído sin su consentimiento-, y dígale a mi hermano que...dígale que...lo quiero.
Julio estaba en su habitación leyendo a Dostoievski.

-Ya se fue tu hermano, dijo que te quiere mucho...
Sin dejar su libro de lado, Julio le dijo que Bastián era un ser egoísta, incapaz de querer a alguien que no fuera el mismo.
-Ahora me voy a encargar de disfrutar al máximo su ausencia- dijo Julio con una leve sonrisa de felicidad.

Claro, era normal que reaccionara de esa forma, porque tras la muerte de su madre, Bastián se había encargado de hacerle la vida más difícil. Ya no tenía que tolerar sus malas costumbres, y aunque había dejado de llamarle mariquita, todavía eructaba en la mesa y también continuaba con el desagradable rito de dejar una o dos veces por semana sus hediondos calcetines debajo de su cama.

-¡Ya por fin se fue!- gritó Julio con alivio.

La primera semana para él fue un deleite, se sentía como en el paraíso. Andaba a sus anchas por la casa, todo era perfecto. Se podría decir que el primer mes fue perfecto, pero un sueño cambió todo. Fue a la quinta semana de la partida de Bastián. Soñó que lo veía en un callejón muy oscuro, rodeado de tres enormes sujetos, que de un momento a otro comenzaban a golpearlo sin contemplación. Su mayor tristeza era no poder hacer nada, sólo ver al cabo de unos minutos el cuerpo sin vida de su hermano tirado en el suelo.
Despertó gritando desesperadamente; intuyó de que Bastián se encontraba en problemas y que algo debía hacer para ayudarle.
Por la tarde llamaron por teléfono dando la mala noticia. Bastián se encontraba gravemente enfermo. Una fuerte infección estomacal lo tenía entre la vida y la muerte.

-Cómo una infección estomacal puede ser tan grave- murmuró Julio.
Al día siguiente partió temprano a ver a su hermano al hospital. Cuando lo vio tan pálido y delgado tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ponerse a llorar como un niño.
-Hermano, ¿Me puedes oír?- dijo Julio, bien despacio.
No recibió respuesta. Y continuó:
-No sé si puedes escuchar pero quiero que sepas que yo también te quiero, y mucho.

Al decir eso se sintió un poco avergonzado. Antes de la muerte de Mónica siempre se decían cuánto se querían, pero después todo cambió.
-Le pedí a Dios- continuó Julio-, que si te sanaba...Bueno, puede sonar un poco ridículo todo esto, pero le prometí a Dios que si no te morías, a mí no me iba a importar que dejes tus calcetines hediondos debajo de mi cama, o que eructes en la mesa...En fin, te aprenderé a querer más con todos tus defectos. Además debo decir que tan mal hermano no eres. Bueno, digo que, es cierto que aveces me haces sentir pésimo, pero...eres mi hermano y te quiero mucho...no te mueras, por favor.

A esas alturas Julio estaba llorando, pero en silencio. Hacía muecas de dolor y las lágrimas corrían líbremente por su cara.
-Parezco un niño llorando, y ya tengo dieciseis- dijo Julio limpiándose las lágrimas.
Pensó que si su hermano hubiese escuchado esas palabras, estaría burlándose de él, diciéndole una y otra vez mariquita.
Cuando se levantó para irse de la habitación, con mucha tristeza y frustración, algo lo hizo estremecerse por completo.

-No te vayas hermano, quédate cinco minutos más- dijo Bastián débilmente.
Julio quedó inmóvil, sin poder hablar por un momento.
-Escuché todo lo que dijiste. Eres un buen hermano, estoy orgulloso de ti. Por favor perdóname por todo el daño que te hice, lo siento mucho. Te prometo que todo va a cambiar. Me voy a recuperar, Dios me va a sanar y seré un mejor hermano para ti. No haré nada que te moleste, no hace falta repetir qué cosas te molestan. Ahora no digas nada, sólo acércate y dame un abrazo, no muy fuerte porque me siento débil.

Julio se puso de pie, abrazó a su hermano con mucho cuidado, y sonrió. Sonrió porque sabía que de ahora en adelante todo iba a ser distinto.
-Te quiero hermano- le dijo Bastián, sin preocuparse por las lágrimas que salían disparadas de sus ojos.
-Yo también te quiero, molestoso.
Ambos sonrieron.

jueves, 17 de marzo de 2011

Leer

Es cierto que a mucha gente el hecho de leer le apesta. A mí me da pena escuchar a muchos escolares decir que les carga leer, que buscan los resúmenes de los libros o simplemente no los leen. Pero no quiero hablar más de ellos, sólo que siento una inmensa lástima. Debo aclarar que también hay escolares que aman leer, y que aparte de cumplir con la lectura exigida, se dan el tiempo para leer otros textos. Eso en parte disminuye un poco mi pena y lástima. Y hablo en serio, no piensen que exagero. Hablo bien en serio.
A mí me apasiona leer desde muy niño. Mi mamá me contó que a los cuatro años andaba leyendo por todas partes(juntando las letras y formando algunas palabras)Cuando me llevaban al supermercado trataba de unir todas las letras que veía(antes de que me enseñaran en la escuela ya sabía algunas palabras como MILO, SOPROLE, ZUKO y otras).
Era tanta mi pasión por la lectura, que aprendí a leer bien rápidamente. Comencé a destacarme desde niño en todo lo que tenía que ver con letras.
Leer tiene muchas ventajas, una de ellas es la ortografía. Aprendes a escribir correctamente. Debo reconocer que siempre cuando leo el diario o revistas o lo que sea, me fijo si hay alguna palabra mal escrita, y he sido testigo muchas veces de un tilde mal puesto o una s en lugar de una c. Al Mercurio y a La Tercera jamás le he podido encontrar un error, pero sí a La Cuarta y a Las Últimas noticias y una que otra novela. Hay editoriales que se comen algunas letras, por ejemplo, en lugar de escribir corazón, ponen corzn. Lo he visto, no estoy mintiendo.
Es verdad que hay lecturas aburridas, todos lo sabemos, pero también hay otras que son geniales. Por ejemplo yo lo más que leo es literatura y puedo recomendar a ojos cerrados "Francisca yo te amo" y "Dónde estás, Constanza", ambas novelas de José Luis Rosasco, para comenzar y tomarle el gustito a la lectura. Después se puede seguir con "El Principito", "Cien años de soledad" y "Don Quijote de la Mancha", hasta llegar a los maestros, a los mejores como J.D.Salinger, R.Yates, P.Roth, P.Auster, R. Carver y muchos otros. La lista en larguísima.
Otra cosa que debo recalcar es la lectura de cuentos a los niños. Es muy importante para su imaginación. Mi sobrino tiene seis años y me sigue pidiendo que le cuente un cuento. Algunos de ellos yo los invento.
Un lector lento lee entre 150 y 200 palabras por minuto(PPM), uno rápido lee de 350 hacia arriba. Yo estoy rondando las 600 y no voy a descansar hasta llegar a las 1000(aprendiendo y practicando algunas técnicas es posible lograrlo).
Siempre pongo el ejemplo del que es malo para los deportes: es muy difícil que de un día para otro le empiece a gustar y salga todos los días a correr, a andar en bicicleta o a jugar fútbol. Hay que empezar de apoco motivando y enseñando que hacer deportes, al igual que leer, es una práctica muy provechosa.
La mejor fuente de conocimiento es y seguirá siendo la lectura, porque no es muy probable que nos encontremos con un sabio a la vuelta de la esquina y nos empiece a contar todo lo que sabe. Sabemos que eso no pasará.
Hay que leer de todo, desde diarios, revistas y novelas, hasta historia, biografías, ciencia, psicología, etc. También es importante leer la biblia.
En mi casa tengo bastantes libros(90% novelas)y además traigo de la biblioteca. Me traje "La elegancia del erizo", de Muriel Barbery, que lo recomiendo totalmente. Ahora está en cartelera la película que se hizo de esa novela, con muy buena crítica y que espero ver muy pronto.
Otro libro que recomiendo es la autobiografía de la española Rosa Montero llamada "La loca de la casa". En ella aparecen anécdotas y relatos muy buenos. Por ejemplo cuenta lo siguiente: Mark Twain, quien, de mayor, le contó a un periodista que había tenido un hermano gemelo, Bill, a quien se parecía tanto que nadie podía distinguirlos, hasta el punto de que tenían que atarles cordoncillos de colores a las muñecas para saber cuál era cuál. Pues bien, un día los dejaron solos en la bañera y uno de ellos se ahogó. Y, como los cordones se habían desatado, nunca se supo quién de los dos había muerto, "Si Bill o yo", explicó Twain plácidamente al periodista. A mí no me dejó indiferente eso que leí, y hay otras breves historias tan buenas como la del autor de Tom Sawyer. Otro párrafo que destaco de "La loca de la casa" es el siguiente: "Y por último, pero es en realidad lo más importante, cuando te enamoras locamente, en los primeros momentos de la pasión, estás tan lleno de vida que la muerte no existe. Al amar eres eterno". ¿No lo encuentran hermoso? Yo sí, y mucho.
He leído poca poesía en mi vida, casi nada, pero tengo una amiga, Catalina Cabrera, que escribe buenos poemas y los leo con agrado. Ella odia las matemáticas al igual que yo.
Por último debo ser tajante: Leer no te garantiza convertirte en una buena persona. Adolf Hitler era un lector compulsivo y tenía una biblioteca con catorce mil libros. Ok. Depende de lo que leas.

jueves, 17 de febrero de 2011

El silencio no siempre es bueno...

Se habían conocido hace poco, hace bastante poco. No más de cinco meses. Pero en ese tiempo ambos fueron sintiendo cosas por el otro, algo mutuo, recíproco.
Martina fue un día al campo a descansar, a respirar aire puro, a estar en contacto con la naturaleza y fue ahí cuando lo vio. Fue del primer instante en que lo vio que empezó a sentir mariposas revoloteando por su estómago, al mismo tiempo que su cuerpo se paralizaba por completo. Debió hacer un esfuerzo sublime por volver en sí y no parecer una estúpida.
Julián sintió lo mismo desde el primer segundo en que la contempló, pálida y como dentro de un sueño, como ausente.
-Hola...me llamo Julián...mucho gusto, tú eres...-dijo él con timidez.
-Hola- dijo ella, y salió rápidamente de la habitación principal al patio, a tomar aire.
Se quedó mirando unos segundos a la niña más linda que jamás antes había visto. Le pareció un poco arrogante. Cómo no iba a ser capaz de por lo menos decirle su nombre; era una niña malcriada, pensó.

Martina lo único que hacía era pensar en él. Pasaron dos días y pensaba en él, creía que pronto lo olvidaría. Pasó una semana y seguía pensando en él. Ahí comenzó a preocuparse un poco. Tenía la necesidad de verlo, pero ni siquiera sabía dónde vivía. Sólo sabía que se llamaba Julián y que tenía los ojos más bellos que había visto. ¿Y si lo había imaginado, si sólo lo había visto en un sueño? Temía volverse loca, perder la razón. Sus padres estaban preocupados porque había bajado mucho de peso, no quería comer, y en las noches lloraba sin parar.

La vida les tenía preparada una hermosa sorpresa a ambos.
Primer día de clases. Martina no quería ir. Liceo, enseñanza media, un cambio que la asustaba mucho.
A duras penas se levantó, se lavó la cara de mala gana, no se tomó ni la mitad de la leche y el pan con miel ni lo miró. Bueno, sí lo miró y le dio asco. Luego se subió al auto de su papá y partió a clases.
En el liceo vio muchas caras nuevas, le dio miedo, sintió ganas de llorar, pero no lo hizo. Se dijo a sí misma que era valiente y se lo creyó. A los pocos segundos se sintió la persona más cobarde e insignificante que pisaba la tierra.
Pocos metros más allá vio a Julián con sus enormes ojos azules mirando en otra dirección. Quiso hablarle, estuvo a punto, pero no se atrevió.
Luego él desapareció de su vista y ella comenzó a desesperarse, a sentirse mal, muy mal, como si el aire se le fuese a acabar.
Quedó en Primero A, ya que era una alumna brillante, con el primer lugar durante toda la básica.
Se sentó en primera fila, sacó con desgano su cuaderno rojo y un lápiz. Le pareció horrible el profesor, lo encontró obeso y calvo y que hablaba mal.
Quería ver al niño de ojos azules y decirle su nombre. Pero no era capaz.
Como un milagro divino, tocaron la puerta y era Julián. Entró, dijo Buenos días y se sentó en primera fila...al lado de Martina.
A ella se le dibujó una sonrisa en la cara, se sintió tan feliz que de un momento a otro comenzó a encontrar lindo a su profesor.
Cuando tocó el timbre para salir a recreo todos salieron menos ellos.
No querían separarse, ahí se sentían a gusto. Luego de dos minutos de absoluto silencio Julián dijo:
-¿ No me vas a decir tu nombre?
-No quiero decírtelo, no me interesa- mintió Martina mirando fíjamente a la pizarra.
Julián sonrió y se puso de pie. Dio unos pasos y ella le dijo que esperara.
-Sí- dijo ella.
-Sí qué- dijo él mirándola con atención.
-Sí quiero decírtelo...me llamo Martina- dijo ella al fin, con timidez.
-A mí me pusieron Julián por mi abuelo.
-Yo no sé porqué me pusieron así, no me gusta mi nombre.
-No seas boba, tienes un nombre muy lindo. Oye Martina, acompáñame a comprar algo, no tomé desayuno y tengo hambre. ¿Me acompañas?
Fueron a comprar y ambos se tomaron una leche acompañada con galletas de chocolate.

Al pasar los días se hicieron amigos, muy amigos. Conversaban de todo, o de casi todo, porque curiosamente no hablaban de amor.
Pasaron algunas semanas, varios meses y nada. No hablaban de amor. Aunque ambos estaban lócamente enamorados, no hablaban de amor, como si estuviese prohibido, como si al hablar ambos encontraran la muerte.
Eran inseparables, hasta el extremo de llorar si el otro no estaba. Como ocurrió para las vacaciones de invierno, cuando Martina fue a visitar a una tía a Canadá con sus padres. Fueron dos semanas interminables, agobiantes, terroríficas. Cuando volvió a reencontrarse con Julián sintió como si su corazón fuese a escapársele del pecho. A Julián se le iluminaron más todavía sus ojos azules.

Ambos soñaban que se besaban, que se acariciaban, que no necesitaban nada más para ser felices. Se necesitaban nada más que a ellos mismos.
El problema era que no se atrevían a decirse Te amo. Les daba terror ser rechazados por el otro; no eran capaces de darse cuenta de que se amaban con locura; su amor era una locura, una locura que los había cegado por completo.

Un día martes del séptimo mes del año, Julián vio a Martina conversando con un alumno de segundo. Quedó paralizado, sintió enormes deseos de correr y destruir con sus propias manos a ese intruso, a ese atrevido que osaba hablarle a su amada niña, la niña de sus ojos.
Julián se imaginó lo peor, creyó que se la quitarían para siempre; se sintió cobarde, cobarde por no haberle dicho que la amaba. Dijo Te amo pero Martina no escuchó; volvió a decir Te amo un poco más fuerte y ella tampoco le oyó, estaba a veinte metros y la voz de Julián no alcanzaba a llegar a sus oídos.
La vio sonreír, quizás qué estarían conversando, pensó. Se sintió pésimo.
El alumno de segundo la estaba invitando a salir, y ella le decía que amaba a otro. Luego empezó a contarle unas historias aburridas y ella reía a la fuerza. Sólo quería irse lo antes posible a ver a Julián.
Julián se fue a su casa, buscó pastillas por todos lados y sin pensarlo mucho se las tragó. Se fue a acostar, y se quedó dormido, un sueño profundo, tan profundo que jamás despertaría.
Afuera Martina decía Aló, venía decidida a decirle Te amo a Julián.
Pero era demasiado tarde...

sábado, 29 de enero de 2011

Así es la vida...

Hablar de la vida no es sencillo. Hay que meditar bien antes de emitir un comentario sobre ella. Algunos dicen que la vida es bella, mientras otros piensan completamente distinto y aseguran que es una miseria, que no vale la pena vivirla.
Haber, la vida no es fácil, cuesta. Cuesta bastante. Pero lo difícil se disfruta más, eso nadie lo puede desmentir. Que la vida es cruel en algunas ocasiones nadie lo puede negar tampoco. Que se muera un ser querido no es agradable, es cruel. Que se te queme la casa, que te atropelle un auto y quedes inválido es cruel, muy cruel.
La vida también tiene cosas hermosas, exquisitas, extraordinarias, que emocionan y hacen gritar y saltar de pura alegría. La vida es así, impredecible, cambiante, violenta.
Uno a través de la vida conoce distintos tipos de gente; están los mediocres, que se conforman con poco, con las sobras. Están los luchadores, los que pelean con buenas armas; También no puedo dejar de mencionar a los desleales, esos sujetos despreciables que por lograr lo que desean están dispuesto a todo, no piensan en el prójimo, les da lo mismo el resto.
En la vida es importante aprender, de todos uno puede aprender algo. Desde una guagua hasta un anciano uno puede sacar algo positivo que nos pueda ayudar en esta travesía que es vivir.
Nunca hay que cerrarse a aprender cosas nuevas, ser soberbio es lo peor. Alguien me dijo una vez que hasta un mendigo puede enseñarte más cosas que un doctor o un profesor.
Ufff, yo creo que la perseverancia es esencial, porque sin ella no podemos conseguir nada. Uno mismo es el gran responsable tanto de las cosas buenas y malas que nos suceden diariamente.
Lo mejor que podemos hacer es aprovechar el tiempo de la mejor manera. Lo que no me gusta de la vida es que todo es tan frágil, y todo llega a su fin.
Son cosas que aún me cuesta aceptarlas, más bien todavía no las acepto y tal vez nunca lo haga.
La vida es una mezcla gigante de cosas buenas y malas. Las malas obviamente hay que olvidarlas, hacer lo posible para que se vayan cuanto antes , y las buenas, lógicamente hay que disfrutarlas al máximo.
Hay mucho que decir sobre la vida y yo en este momento no ando con mucha inspiración. Adiós.