miércoles, 31 de agosto de 2011

Si tuvieras Fe como un granito de mostaza.

Se acercó a la ventana a mirar; afuera llovía intensamente. Tomás no lograba sonreír con nada. Hacía semanas que no reía. Lloraba todas las noches, era algo sagrado. Era más bien inevitable.
Escuchó unos pasos y luego tocaron a su puerta. Era Nena.
-Por favor, ábreme.
-Déjame solo, Nena. No tengo ganas de hablar.
-Tengo una noticia que darte- dijo Nena, con voz cansada.
-Dime desde ahí, tengo buen oído.
-Viene Javier, debe estar por llegar. Quiere verte.
-Pero yo no.

Llevaba una semana sin salir de su habitación. Nena le dejaba algo de comer y Tomás abría la puerta luego de que ella se iba. No quería ver a nadie. Sólo sentía deseos de desaparecer, de irse a otro lugar, o dejar de existir. Sí, eso lo anhelaba con todas sus fuerzas. Quería dormir y morir en el sueño. Detestaba despertar y darse cuenta de que aún respiraba; odiaba sentir cantar a los pajarillos, el sonido de la lluvia. Todo.

-No me hagas sufrir más, por favor. Ya no resisto – dijo Nena, llorando.
Ahí a Tomás no le quedó otra alternativa que abrir la puerta.
-Sólo quiero lo mejor para ti, que seas feliz, mi niñito.
-Abuela, no llores. ¿Puedes? – le dijo secándole las lágrimas con su mano.
-¿Qué va a ser de nosotros? ¿Hasta cuándo seguirás así? Eres lo único que me queda.

Tomás guardó silencio un minuto. Seguía lloviendo, ahora más fuerte. Pensó en Javier y le dolió no alegrarse con su visita. Eso significaba que nada podía alegrarlo.


-¿A qué hora llega Javier, Nena?- preguntó tapándose los ojos con sus manos.
-Debe estar por llegar. Anda a lavarte la cara y te arreglas un poco. A tu primo le dará una pena terrible verte en ese estado- le dijo con una mirada de compasión.

Le hizo caso. No de muy buena gana, pero se levantó y partió al baño. Al mirarse en el espejo sintió tristeza. Un dolor agudo en el cerebro lo obligó a cerrar los ojos unos segundos. Pocos minutos después de abrirlos, llegó Javier.
Los dos primos se quedaron mirando un instante, tras el cual, Javier corrió a abrazarlo y le dio un beso en la mejilla.
-Me alegro tanto de verte- le dijo Javier con los ojos húmedos por la emoción.
-Yo igual- mintió Tomás.

Le mintió. No se alegró al verlo y pensó que su corazón se había transformado en una piedra. O tal vez se había convertido en un robot con la carcasa de un humano. Nena estaba llorando de felicidad, porque intuía que su niñito se pondría mejor. Los malos tiempos quedarían en el pasado.


-Bien primito, tendremos varios días para conversar y quitar esa tristeza de tu corazón. Dios te dará esa paz que te falta.
<< Dios- pensó Tomás-. Seguramente El podrá darme paz después de haberse llevado a mis padres. Lo único que consiguió darme fue dolor>>
Pero no quiso decirlo. ¿Para qué? No tenía sentido. Sólo asintió con la cabeza.



-Vayan a dejar las cosas a la habitación- intervino Nena-. Me imagino que ya quieren empezar a hablar. De mí no se preocupen, estaré bien.

Javier al ver el desorden de la habitación no dijo nada. Tampoco quiso ordenar porque eso podía molestar a su primo. Sólo se sentó en una de las dos camas que había ahí.
-Tienes muchos libros acá, más que la última vez que vine- dijo Javier, tomando uno de tapa verde de un escritorio pequeño.
Tomás asintió con la cabeza y dijo:
-¿Por cuántos días te quedarás?
-Hasta que te sientas mejor- respondió sin dejar de hojear el libro.
-Eso puede ser mucho tiempo.
-Entonces me quedaré mucho tiempo- dijo Javier, dejando el libro a un lado.
-¿Y tus estudios?
-Mis estudios pueden esperar, tú no. No te podía dejar más tiempo solo.
-¿Qué quiere decir eso? ¿Congelaste tus estudios?
-Así es. Primo, vamos a dar una vuelta. Muéstrame Longaví.

No tenía ganas de salir, pero no se negó. Salieron con parcas y un paraguas grande para los dos, que no utilizaron porque un minuto después dejó de lloviznar.
Se dieron unas vueltas por el pueblo. Andaba poca gente en las calles pero igual Tomás se sentía incómodo. No quería que nadie lo viera, no tenía ganas de hablar. Quería volver pronto a su casa y encerrarse en su habitación y dormirse. Javier quería comer completos y fueron a un local al frente de la plaza.

-Me gusta Longaví- dijo Javier-. Es un pueblo simpático.
<< No tiene nada de simpático>> pensó Tomás.
-Sí, es un pueblo agradable- respondió.



Javier se comió tres completos antes que Tomás terminara el primero.
-Me quiero ir a mi casa, es tarde- dijo Tomás mirando su reloj.
-Como quieras- respondió su primo limpiándose la boca con una servilleta.

A las seis de la tarde ya estaba oscuro. Nena tejía en el living. Comenzó a llover muy fuerte, con granizos incluidos.
-Me gustan los granizos- dijo Javier, sonriendo.
Nena sonrió también y dijo:
-¿Cómo lo pasaron?-
-Muy bien, repetiremos la salida mañana ¿Cierto, Tomás?
-Podría ser- respondió.

Llevaba seis meses con depresión. Era agosto y sus padres habían muerto en un accidente automovilístico llegando a Linares en febrero.
Venían de Pelluhue, después de un relajante fin de semana con playa y sol. Tomás no quiso ir, prefirió quedarse con Antonia, su polola de siempre.

-¿Y qué es de Antonia?- preguntó Javier.
-No podíamos seguir juntos, terminamos en mayo. Ella se merece algo mejor, no un tipo depresivo. No la veo hace más de un mes, pero de seguro está bien.
-Tú eres una gran persona, ya estarás mejor y podrás reconquistarla.

Javier recordó cuando eran niños, en los días que pasaban horas jugando sin aburrirse, felices de la vida. Sintió una tristeza desgarradora al ver así a su primo.
<< A como dé lugar tengo que sacarlo de esto>> pensó.

-Primo, quiero ir a la iglesia, llévame a una.



Los padres de Tomás iban a una iglesia evangélica, en la 2 norte. A una cuadra de la plaza. La reunión empezaba a las 19:30, pero ellos llegaron media hora antes. Seguía lloviendo y se mojaron un poco, casi nada.
Entraron a la casa de Dios, como le llama Javier. Todavía no había nadie. Se sentaron en primera fila. Es una iglesia grande, donde caben unas quinientas personas, pero como mucho llegan cincuenta.

-Este es el mejor lugar del mundo- dijo Javier-. Nunca olvides eso.
Tomás guardó silencio. Y Javier agregó:
-Es una lástima que tan pocos lo sepan.

Es una locura pensar que Jesús había sido crucificado en una cruz por los pecados de toda la humanidad y que tan pocos alcanzaran salvación.
Al salir de la iglesia había parado de llover. Llegaron a casa y Nena ya dormía. Eran las diez de la noche.

-Estuvo linda la reunión- dijo Javier-. En Santiago no he dejado de ir. Unos mormones me invitaron a conversar con ellos, pero no comparto sus creencias.
-Los mormones son una secta- opinó Tomás.

Javier había congelado su carrera de periodismo por venir a ver a su primo, pero confiaba que en unos años más sería un periodista y escribiría columnas hablando sobre todo de Jesucristo y la salvación de las almas.

<< Existen más religiones que niños felices- dice una canción de Arjona. Javier pensó en ella-. Y muchas no conducen a la vida eterna>>
-Me he vuelto tan creyente últimamente- dijo Javier-. Antes no estaba ni ahí con Dios, pero me tocó ver algo sobrenatural. La mamá de un compañero de Universidad se estaba muriendo de un cáncer al estómago. Los doctores no le daban ni un mes de vida. Un bendito día amaneció sana.

-¿Y cómo sabes que fue Dios? Los testigos de Jehová dicen que Satanás es el que sana.
-Están equivocados, perdidos- dijo Javier enojado-. Hay mucha gente engañada, es normal porque el Diablo es el rey de este mundo, donde Jesucristo jamás será popular. No olvides que acá somos pasajeros, luego Dios llevará a su pueblo a su Reino. Yo me quiero ir con EL en el rapto.
-Estás seguro de eso, pero muchos no piensan como tú.
-Nosotros debemos ser luz aquí y contar la verdad.

Es verdad, muchos piensan diferente. Javier se había hecho un blog hace un tiempo y ahí escribía artículos sobre la palabra de Dios.

Pasó rápidamente la hora, era pasada la medianoche y ya no llovía. Afuera se escuchaba a un gallo.
-Cuando niño me daba miedo escuchar a los gallos- recordó Tomás-. Era terrible. Javier sonrió y Tomás agregó:
-Alguien dijo que los gallos anunciaban terremotos.
-Es un mito, no es cierto.

Sus padres habían muerto antes del terremoto del 27 de febrero. Seis meses después varias ciudades de Chile seguían reconstruyéndose. Mucha gente todavía vivía en carpas.
Tomás cree en Dios, pero no le cabía en su cabeza que un ser lleno de amor como dicen que es permitiese que sucedieran tantas tragedias.
-A veces dudo de la existencia de Dios- dijo Tomás-. Viendo cómo está el mundo, es para desconfiar.
-El es tan real como tú y como yo- dijo Javier con energía-. Dios es todopoderoso, creó la vida y la muerte. Tú puedes elegir, tienes libre albedrío.
-Todos somos mortales, ¿Acaso tú eres inmortal?
-Si buscas a Dios tienes la esperanza de la vida eterna. Si eliges el pecado, eliges la muerte. Te vas al infierno.

Tomás sintió deseos de descansar. No quería seguir hablando más de Dios. Otro día tal vez podían seguir conversando sobre aquello.
-Hora de dormir, Javier. Estoy muy cansado- dijo bostezando.
-Bueno, discúlpame por hablarte tanto sobre Dios. Me he convertido en un fanático.
-A veces me da pánico que Dios sea una farsa. De verdad te digo que anhelo de todo corazón que sea real. También desearía que el infierno no existiese.
Javier hizo una mueca de amargura y dijo:
-Dios creó el infierno para Satanás, pero debido al pecado del hombre y la mujer ahora hay millones allí lamentándose.
Minutos después se habían acostado. No dijeron una palabra más, hasta quedarse dormidos profundamente.


Por la mañana Javier se levantó bien temprano a orar. A las siete. Tomás dormía plácidamente. Nena estaba despierta pero seguía acostada. Detrás de un sillón se arrodilló y le pidió a Dios con estas palabras.
<< Padre celestial, en el nombre de tu hijo Jesucristo, te pido que me escuches. En primer lugar te doy las gracias por este nuevo día de vida, por la salud, el alimento, el vestuario. Gracias por todo el bien que le haces a mi vida. Tengo una petición especial hoy ante ti. Yo creo con todo mi corazón en ti, sé que eres real. Yo cuando contemplo la hermosura de una puesta de sol te doy las gracias, por tanta belleza. Yo sé que tú sanaste a la mamá de Nicolás, y sé también que sacaste del vicio de la droga a Martínez, que ahora es un fiel seguidor de Jesucristo. Tú eres el mismo Dios que liberó al pueblo de Israel, de las garras de Faraón, hace miles de años atrás, y que sanaste al evangelista Benny Hinn de una tartamudez severa. Eres poderoso y quiero pedirte que le quites la depresión a mi primo Tomás. El te necesita. Haz un milagro, Tú dices que la Fe mueve montañas, yo confío en Ti. No conoces de imposibles>>

En ese momento Tomás lo llamó en voz alta.


-Primo- dijo Tomás sonriendo-, tuve un sueño muy bello. Soñé con Jesús.
Fue maravilloso, me decía que le dejara todos mis problemas a Él, y que me amaba.
Javier comenzó a llorar de alegría.
-Me siento mejor que nunca- continuó Tomás-. Quiero ver a Antonia. Sé que aún me ama, quiero recuperarla y ordenar mi vida. La invitaré a la iglesia. Iremos los cuatro. Primo, fue extraordinario, por lejos la mejor sensación que he experimentado en mi vida.
Javier se secó las lágrimas y abrazó a Tomás. Había ocurrido un milagro. Un milagro de Dios.