viernes, 18 de enero de 2013

Dios abre puertas...

Estuve trabajando unos meses con mi papá vendiendo gas, pero sinceramente no me convencía ese trabajo. No me gustaba. La primera semana de diciembre mi papá entregó la camioneta de reparto y me quedé sin trabajo. Realmente quería algo mejor, que me gustara. Le pedí a Dios que por favor me diera un trabajo agradable, y él cumplió mi anhelo.
No quería cosechar arándanos; no me gusta andar a todo el sol, así que dejé pasar algunos días. Mi idea era trabajar en la biblioteca, pero supe que no estará abierta en el verano. Tendré que intentarlo en marzo.
Tuve la posibilidad de trabajar de cartero, pero era sólo por poco más de un mes, y aparte de eso, tendría  que haber andado a todo el sol repartiendo siete kilos de cartas todos los días. No era para nada agradable.
Es ahí cuando Dios movió algunas piezas. Todo partió poco después de navidad, cuando me junté con una amiga a tomar helado. Íbamos caminando rumbo a la plaza cuando ella me dijo que quería ir a saludar a unas amigas. Fuimos para allá y con ellas estaba un joven que conocí el año pasado. Le pregunté en qué estaba trabajando y me dijo que en un packing, descargando camiones con fruta. Le conté que yo quería trabajar y que hablara con su jefe por si necesitaban a alguien.
Al día siguiente, el 28, me dijo por teléfono que fuera el 2 de enero durante el día, para que anotaran mis datos y así empezar a trabajar en la noche, que era el turno que yo quería.
El 29 volvimos a hablar por teléfono, como a las diez de la noche; me dijo que había faltado un joven y que si yo quería comenzar esa misma noche. Era sábado y no tenía nada que hacer, así que me fueron a dejar en auto. Estaba feliz.
Me gusta mi trabajo. Es cierto que son hartas horas las que tengo que estar ahí, de las ocho de la tarde a las ocho de la mañana, pero siempre me queda tiempo para ir a los comedores a leer la Biblia y escribir algo. Además mis compañeros de trabajo son agradables; somos siete, de los cuales cuatro vamos a la iglesia. Somos tres evangélicos y un mormón. En la hora de colación hemos hablado algunas veces sobre Dios, siempre aceptando la opinión de los demás. Aquí me quiero quedar hasta fines de febrero y de marzo en adelante lo ideal sería trabajar en la biblioteca, porque así podría ir todos los días a la iglesia.
Sé que Dios me ayudará, mi confianza está puesta sólo en él.