miércoles, 17 de octubre de 2012

Domini Sumus.

El domingo 16 de septiembre nos quedamos a limpiar la iglesia después de la reunión de la noche un grupo como de diez, entre ellos tres hermanos, dos primas y un amigo. Días después sería la Santa Cena y debíamos dejar la casa de Dios en las mejores condiciones posibles. Se encontraba sucia debido a arreglos que se estaban haciendo por aquellos días.
Después que terminamos de hacer el aseo, nos vinimos cantando al Señor por el camino. No nos importó lo que pudo haber pensado la gente al escucharnos cantar; nosotros veníamos alabando al Rey de reyes lo cual sí es importante.
Llegamos afuera de la casa de mis primas Verito y Cesia y seguimos cantando por algunos minutos más. Poco después dos hermanas se vinieron a duchar y el resto nos quedamos a conversar ahí afuera por aproximadamente una hora. Hablamos de la vida del cristiano y cómo podríamos servirle mejor a Dios. Quedamos de juntarnos todos los viernes por la noche a orar y alabar al Señor un instante. Es fundamental estar en continua comunión con El, para tener las fuerzas que nos permitan seguir adelante, de lo contrario es absolutamente imposible.
Debemos luchar día a día por agradarle, tarea nada de fácil, debido a que Satanás sabe que le queda poco tiempo y está lanzando feroces ataques a los hijos de Dios. Vivimos llenos de luchas y tentaciones, pero sabemos que no tenemos otra alternativa que seguir, y que Cristo siempre nos ayudará y jamás nos abandonará.
Este viernes fui a San Bernardo a los Estudios de pastores con Tal y Javier. Nos quedamos en la casa de mi hermano David. Fue una experiencia muy bonita y enriquecedora. Escuchar a pastores contando sus testimonios ayuda para seguir esforzándonos en ser mejores cristianos.
No hay nada mejor que buscar a Dios, sé que siempre lo digo y lo seguiré diciendo hasta que tenga voz. Este mundo es pasajero y no ofrece nada bueno. Muchas veces uno cae en falta ante Dios, debido a que somos débiles, pero El siempre tiene misericordia y nos perdona. No quiero decir que podemos pecar cada vez que queramos y luego pedir perdón con lágrimas de cocodrilo; eso no le agrada al Señor, aunque el que diga que nunca ha pecado o que de aquí en adelante nunca pecará, es un mentiroso. Sólo debemos estar en constante comunión con el autor de la vida y pedirle que nos libre del pecado que agobia a la mayoría de los habitantes de este mundo.
Martín Lutero viajaba a pie muy a menudo. En cierta ocasión pidió alojamiento en una casa de campesinos que le trataron tan bien como pudieron. Al saber que era el famoso reformador, rehusaron toda paga, pero le pidieron que se acordara de ellos en sus oraciones y que escribiera en tinta encarnada en su pared alguna inscripción de recuerdo. Lutero escribió "Domini Sumus". El campesino le preguntó qué significaban aquellas palabras, y Lutero explicó que en correcto latín pueden tener un doble sentido, según el contexto de la frase.
-Significan- dijo- "Somos del Señor", pero pueden significar también "Somos señores", que es precisamente lo contrario, aplicándolas en sentido opuesto. Pero Lutero les dio una provechosa lección espiritual juntando ambos sentidos.
-Somos del Señor- les dijo- porque El nos compró con su sangre; pero esto mismo hace que seamos libres por su gracia, y no seamos más esclavos de Satanás, ni de hombre alguno, sino señores, verdaderamente libres para no servir más al pecado y para honrarle y glorificarle voluntariamente a El.
¡Buen lema! Escribámoslo en las paredes de nuestro corazón.
"Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti". (Salmo 16:1-2)