lunes, 19 de septiembre de 2011

Un cambio en mi mente...

Ahora quiero escribir otras cosas. Ya dejé de leer novelas, hace como un mes. Comencé a leer literatura cristiana. Tenía algunos libros guardados que fueron, poco a poco, viendo la luz. "El sueño del Celta", de Vargas Llosa, no lo terminé, y empecé a leer "Más que un carpintero", de Josh Mc Dowell, que antes de terminarlo se lo presté a mi tía Paty. Ese libro sin duda quiero terminarlo. De todas maneras. Luego mi tía Paty me regaló para mi cumpleaños "La quinta montaña", de Paulo Cohelo, pero tampoco lo terminé, y no sé si lo termine. Trata de la vida del profeta Elías, que está relatada en la Biblia.
El libro que me atrapó por unos días, y que no paré hasta terminarlo fue "Maldiciones sin quebrantar", de Rebecca Brown. Los primeros siete capítulos enseñan detalladamente sobre las maldiciones, y los últimos dos son geniales. Debo decir que ella escribió este libro con la ayuda de su esposo Daniel. El último capítulo, el número nueve, debe ser de lo mejor que he leído en mi vida. Sin exagerar para nada. Y he leído muy por encima del promedio de la gente. Debo aclarar que ese libro no lo puede leer cualquiera, ya que es necesario orar y ayunar, porque Satanás no quiere que nadie lo lea.
Rebecca Brown es admirable, basta con conocer un poco sobre ella para darse cuenta. Es una mujer consagrada a Dios. Yo me empecé a interesar por sus libros, y comencé a leer "El vino a dar libertad a los cautivos". Ahí me hice esta pregunta: ¿Por qué no habré comenzado antes a leer este tipo de libros? Es lamentable, pero mi consuelo es que todavía soy joven y mi anhelo más grande es por el resto de años de vida que Dios me dé, dedicarlos a leer La Biblia y libros cristianos.
También comencé hace poco a leer "Cuando lo que Dios hace no tiene sentido", de James Dobson. Es un libro que necesitaba, porque me ha servido para ser más agradecido con Dios y valorar todo lo que Él ha hecho por mí. Me conmueve su amor. Además ahora sé que todo lo que hace Dios tiene sentido, aunque muchas veces no lo tenga para nosotros.
Tengo tanto que aprender, tanto que mejorar. Tantos años que pasé sin leer La Santa Biblia, que es la palabra de Dios. Si hubiese empezado a leerla diez años antes, o cinco por lo menos, a estas alturas sería un hombre con altos conocimientos de su palabra. Pero más vale tarde que nunca. Ahora mi idea es acercarme cada día más a Dios. Eso me hace feliz, me inunda de una inmensa paz. Deseo conocerle mucho más, día tras día.
Desde niño he leído bastante. En la enseñanza media fui humanista y no científico, y me destaqué en lenguaje por sobre matemáticas. También me gustaba historia, leer sobre las guerras y esas cosas. Pero lo que más leí fueron novelas, y poco a poco mi sueño fue ser un escritor. No quise ir a la universidad, porque no lo encontraba necesario, quería ser autodidacta, algo que sí es posible.
Quería ser como Paul Auster, Philip Roth o Vargas Llosa, y ganarme el premio Nóbel. Pero Dios no quiere eso para mí. Es vanidad con letras mayúsculas. Quería ser un señor de las letras. Uno siempre quiere ser el mejor en lo que hace, pero la soberbia no es para nada buena.
Ahora leeré a Watchman Nee, Josh Mc Dowell, David Wilkerson, etc; pero sobre todo La Biblia.
Dios tiene algo mejor para mí; sólo tengo que hacer su voluntad, confiar y esperar.