El año pasado, en octubre, mientras estaba trabajando en la funeraria de mi tío llegó un hombre de unos cuarenta años de edad. Ya lo había visto antes; además bien seguido viene a comprar tabaco al lado de mi casa. Ese día que fue a la funeraria necesitaba dinero para satisfacer su vicio.
Conversamos unos minutos y al final me dijo: "¿Me va a prestar plata o no?". No tenía y si hubiese tenido tampoco le hubiese prestado. Para eso no.
Fueron pasando los días, las semanas y meses y sigue viniendo a comprar tabaco donde mi vecina, cada dos o tres días. O quizás viene todos los días. Le he hablado de Dios pero siempre sale con lo mismo. Me dice: "¿Pero cuántos dioses hay? Los mormones tienen un dios, los testigos de Jehová tienen otro y ustedes otro". Yo le respondo que hay un solo Dios, el cual hizo todas las cosas. No pierdo la esperanza de que Dios sane a este hombre y lo transforme. Para él nada es imposible.
Yo tengo que orar más por Javier; me da pena verlo en esa condición, perdido en los vicios de este mundo. Satanás lo tiene atado pero confío en que Dios romperá esas cadenas.
"Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder". ( Salmo 62:11)
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