miércoles, 16 de mayo de 2012

Pon atención, ¡Esto es una guerra! (Parte 2)

Dios a través de las escrituras, en reiteradas ocasiones nos pide que nos esforcemos. El camino del evangelio está lleno de dificultades pero de la mano de Cristo es posible salir victorioso. En 2 de Timoteo dice: “Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente”. Todos en la vida luchamos por algo, por ejemplo, hay personas que se esfuerzan por destacar académicamente, otros en los negocios, también son muchos los que luchan por el amor de una persona, etc. Pero todo lo de la tierra un día se acabará. Tú te morirás un día y yo también. Entonces, no diré que no pelees por las cosas de esta vida, sino que ponle más atención a luchar por las cosas que no perecerán, las que tiene preparada Dios para los fieles en la vida eterna. Haber, sí hay que luchar en esta vida, por tener un buen pasar, una linda familia y por qué no una linda casa, pero sin descuidar lo otro, lo que Dios te ofrece. En 1 de Corintios 9:25 está claro: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.
En esta carrera Dios promete nunca dejarnos solos, pero sí nos ordena que nos esforcemos y seamos valientes. (Josué 1:9)
Dios nos dio libre albedrío, tenemos la libertad de elegir, podemos escoger entre el bien o el mal, pero llegará el día en que él juzgará a toda la humanidad, a los buenos y a los malos. Nadie puede exigirle que no lo haga, pues él nos creó. Tiene derecho sobre nosotros.
La humanidad le dio la espalda a su creador, es algo lamentable. A través de la desobediencia de un hombre (Adán) entró el pecado al mundo, que acarrea consecuencias trágicas. La humanidad se ha corrompido a niveles tan profundos que a Dios no le quedará otra alternativa que derramar su ira contra los impíos y rescatar a los que le han obedecido, que son pocos.
Tenemos tres enemigos: El mundo, nuestra carne (naturaleza pecaminosa) y Satanás. Los tres son enemigos feroces, que si no ponemos resistencia y confiamos en el Señor nos iremos al infierno. Nosotros deberíamos por sobre todas las cosas tener nuestra mira en la vida eterna, en lo que fue a preparar Cristo después que resucitó. Sin embargo, es fácil afanarse en lo de acá abajo y descuidar lo incorruptible. Millones de seres humanos han despreciado a Dios y no les interesa luchar por algo que ahora no pueden ver, como es lo que hay en el cielo y prefieren esforzarse por estas cosas corruptibles. El mundo odia a Cristo, se ha rebelado contra él, aun cuando su deseo es que todos alcancen la salvación.
Nuestra carne también es un enemigo, tal vez el más letal. En las escrituras dice: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”(Romanos 8:6) Nuestra carne es débil y cómoda, no le gusta pasar frío, ni hambre y tampoco le gusta esforzarse. Además es inmunda, dada a la concupiscencia. Dios no se agrada de eso, porque él es santo y puro, por esto quiere que vivamos una vida libre de pecado, santificados. El Espíritu Santo es fundamental para poder llevar una vida agradable ante los ojos del Señor. Sin él seguiremos pecando una y otra vez.
Por último está Satanás, un ser lleno de odio y maldad. Satán en hebreo quiere decir “aquel que acusa”. Cualquier cosa mala que tú hagas, ya sea mentir, robar o lo que sea, tenlo por seguro que Satanás lo sabrá y partirá corriendo donde Dios y te acusará. Diablo significa “aquel que divide”. Todo lo que este ser maligno quiere es hacernos daño y llevarnos con él al infierno. Quiere lo peor para ti, que sufras, que discutas con todo el mundo. Es terrible. Cuando era un ángel y se rebeló contra su hacedor, una tercera parte de los ángeles se rebelaron junto con él y Dios los expulsó del cielo, los condenó para siempre y es por eso que quiere arrastrar a la mayor cantidad de personas hacia el infierno. Le ha ido de maravillas, considerando toda la gente que muere sin la salvación de su alma, llenos de pecados, que caen a ese lugar espantoso, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apagará. (Marcos 9:44)
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestíos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. (Efesios 6:10-17)

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